No he dejado de escribir poemas amargos
No he dejado de
escribir poemas amargos
Como espinas que
traspasan un corazón enamorado
Todo hombre merece
una vida digna
También
Una muerte en paz de
conciencia
Hay cadáveres
penando
En todas las
carreteras
En los hospitales
En el olvido de las
cunetas
Gaseados
En hornos
crematorios
En la silla
eléctrica
En campos de
refugiados
En todas las guerras
En el hambre
En la violencia de
género...
Mientras les miramos
seguros de un mejor destino
Triunfantes sobre su
dolor ante vomitivas pantallas
Sin hablar, pensar,
mover un dedo…
A más de la mitad
de la vida uno cree y se pregunta
¿Qué es la
dignidad de ser hombre o mujer, niño o anciano?
¿Acaso un pequeño
esfuerzo solidario?
¿Acaso una
denuncia?
Solo hay pequeñas
esperanzas
¿El amor por la vida?
¿El alimento del arte
y los buenos libros?
Más tarde si acaso
el silencio
marcará nuestro destino
final.
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