Fragmentos...
Llegamos a tener una
barraca
en La Algameca,
que construyó mi
abuelo Juan
en los años
treinta.
Mi padre la remozó,
una y otra vez,
mientras recordaba
las largas piernas
de la Boran,
perdonen si no
escribo
bien su apellido,
en aquel entonces no
se hablaba
el alemán como
ahora
nuestros jóvenes exiliados,
nuestros jóvenes exiliados,
doctores en ciencia.
Piernas aseguradas
en dos millones, se
decía,
de las antiguas
pesetas.
Vedette de una
funesta compañía vienesa
que se quedó a
pasar la guerra,
mas yo me quedo con
el antes...
Con los cafés
cantantes del puerto,
los cines de pianola y silencio,
el barítono Marcos
Redondo,
y el periódico
La Tierra,
pero sobretodo con
los cómicos
que alojaba en casa
mi abuela.
Y el resto de este época
no cabe ni en un millón de poemas.
no cabe ni en un millón de poemas.
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